sábado, 31 de mayo de 2014

Día 2: Venecia


“Qué profunda emoción,  recordar el ayer, cuando todo en Venecia me hablaba de amor…”

 

En nuestro segundo día de viaje, como os decía en el post anterior, salimos de Milán y  pusimos rumbo a la mítica Venecia.

 
 
 
 
 
 
Dos horas y media de tren más tarde, llegamos a la ciudad de los canales, y cuando te recibe esta estampa nada más salir de la estación…

 

 


…y ya te das cuenta que no estás es una ciudad cualquiera. El tiempo se detuvo en algún momento en Venecia, y esta sensación atrapa a la persona que la visita.
 
 
Recorrimos el gran canal en el vaporetto, viendo las casas, palacetes, puentes y góndolas a nuestro paso





 

 

 
 
 


 

 para acabar desembocando en la plaza de San Marcos.
 

 

 

 
Tuvimos un día soleado y precioso, y la luz en esta plaza era espectacular, parecía que estuviéramos en otro lugar más al sur.










 


 



Después de dar buena cuenta de un helado de plátano ( podría haberme alimentado todos los días de helados italianos, son espectaculares!), decidimos ver como es la bella Venecia desde arriba, y subimos al Campanile
 
 
 
 






 

 

 

Y las vistas no podían ser más impresionantes: el azul del mar, el rojizo de los tejados que se extiendan simbolizando una tierra firme escasa en Venecia, el blanco de las iglesias y el verde agua de algunas cúpulas. Todo formaba un cuadro perfecto.
 

A mediodía, paramos en una pequeña trattoria muy cerca de San Marcos, para degustar una auténtica pizza italiana y ensalada caprese, que es mi favorita!
 
 

 
 


 

 Y que efectivamente no tiene nada que ver con las que se comen fuera de aquí. Una sencilla pizza Margarita se transforma en un suculento manjar con un sabor a mozarella fresca intensísimo.
 

 

 

 

La tarde la invertimos en seguir recorriendo Venecia a pie despacio y sin prisa, hasta llegar a la estación para coger el tren de vuelta a Milán: cada rincón que descubres en Venecia tiene un encanto especial, al girar una esquina encuentras un nuevo canal, unos  gondoleros esperando, tiendas de máscaras, más helados…
 













 
 
 

 

 

 

A mitad de camino llegamos al puente de Rialto, que cuando lo cruzas descubres que está lleno de tiendecitas ( igual que el de Florencia) y sobre todo de mucha gente disfrutando del lugar.

 


 


 

Nosotros nos marchamos y Venecia se quedó ahí, con esa leyenda urbana que la persigue y que dice que cada año de hunde en el mar algunos milímetros. Idea que rápidamente me hace saltar y gritar: Salvemos Venecia! che Venezia non sta affondando mai!!
 
 

Ciao!

No hay comentarios:

Publicar un comentario