No se debe vivir exclusivamente a
base de recuerdos. Porque si lo haces,
posiblemente acabes teniendo esa horrible idea ante ti mismo de que te has
quedado parado en un momento concreto de tu vida, sin poder moverte hacía atrás
o hacia delante, completamente estancado. Con la sensación de estar viviendo
dentro de una burbuja atemporal donde unos recuerdos determinados de algo que
ocurrió, son las únicas visiones que pueblan tu mente. Y donde todo lo demás no existe.
Algo tan horrible como hacer
justo todo lo contrario, y acabar echando nuestros recuerdos en el olvido. Como
si lo que nos ha ocurrido, y nos va ocurriendo, no tuviera la mínima
importancia y solamente estuviéramos preocupados por ir consumiendo ávidamente
nuevas experiencias que rápidamente nos encargaremos de ir desechando en
nuestra memoria como “otros recuerdos más del montón”.
¿Cuál es el punto intermedio
perfecto entre expresar que algo te importa y te gusta sin convertirte en el
pesado/pesada de turno que nunca habla de otra cosa? La comunicación no es tarea
fácil y así que no, no tengo la respuesta!
A mí personalmente no me gustaría
estar en el pellejo de ninguno de los ejemplos que os indico arriba. Vaaaale,
son ejemplos extremos pero todos nos hemos tropezado con alguien así a lo largo
de nuestra vida, o quizás nosotros mismos alguna vez nos hemos sentido justo
así, o atrapados en algo o pasando de puntillas por todo. Así que lo que
intento todos los días es recordar un poquito días del pasado, a veces días
alegres y otras veces otros más tristes, mientras no de dejo de maquinar para
hacer cosas que me gustan y que ese imaginario de recuerdos, a ser posible
buenos, crezca y crezca y sean los que me ayuden a producir sueños nuevos y
futuros recuerdos nuevos, de forma que esto sea un no parar.
Así que a veces me gusta pararme
un segundo y preguntarme: Recuerdas qué día es hoy? Recuerdas que hacías
tal día como hoy hace un año…?
Y “descubrir” que estaba en un
aeropuerto con M y nuestro amigo Edu, para hacer un viaje planeado durante
meses y meses. Un viaje del que veníamos hablando hacer juntos desde la
primavera del 2011 y que tras mucho hablar, habíamos podido hacer coincidir
todos los factores. Horas y horas delante del ordenador planeando cada día, lo
que íbamos a ver, lo que íbamos a hacer, que líneas de metro teníamos que
coger, que hotel era mejor, que vuelo… Y ahí estábamos. Es increíble la
sensación de sentirte ultra especial cuando compras un billete de avión y el
esfuerzo mental que hay que hacer para que no desaparezca cuando llegas a la
cola de embarque y ves que otras 200 personas se piensan y se sienten igual!
Pero es la historia personal de cada uno, los recuerdos que tenemos y los
sueños que albergamos lo que acaba convirtiendo algo que miles de persona hacen
a diario en algo especial e inolvidable.
Como ya os he explicado arriba,
la planificación de un viaje me pierde! Y paso meses y meses fantaseando con el
sitio al que voy, me imagino a mí misma andando por las calles de ese lugar y
sintiendo emociones como si realmente ya estuviera allí. Y es cuando me siento
en el avión cuando me vuelve un poco la cordura y pienso aquello de que lo
importante no es el sitio al que vas, lo importante es el viaje que haces y lo
que aprendas en él: conocerte tú, seguir conociendo a las personas que están
contigo, conocer como es la vida a unas cuantas horas de diferencia horaria de
tu casa, cambiar tu día a día y hacerlo más sosegado o más estresante, lo que
queramos!
Por eso le envié un mensaje hace
unos días a Edu y le dije que estaba preparando un post sobre el 9N…y que no,
que no tenía nada que ver con la política. Y por las risas, creo que lo pilló.
Era mi forma de decirle que iba a abrir la caja de los recuerdos…
Un año entero ha pasado ya de
todo esto…cómo vuela el tiempo!
Ahora toca volver a cerrarla, y hacer
lo más importante: dejar que estos recuerdos sean material para seguir soñando. Soñad siempre!
No hay comentarios:
Publicar un comentario